Los nuevos sujetos de la política: Territorio y praxis.

Los nuevos sujetos de la política: Territorio y praxis.

La política es una constante que nos atraviesa, no es simplemente una cuestión de partidos. La conciencia cotidiana puede no reconocer en la política su acerbo de estrategias, pero desplegada la astucia del sujeto frente a los problemas concretos de una existencia concreta, este se convierte en un animal político. Negociación con los aspectos más desgastantes, planes a largo plazo, visualización de los recursos escasos, contemplación de alianzas con elementos no comunes, todo forma parte de la política en tanto praxis humana, y la visión esencialista de “cosa exclusiva  de funcionarios y estructuras partidarias”, se opaca frente a la realidad.

 fotofoto de la Asamblea de Saavedra

La política moderna se desenvuelve hoy en los territorios, y son estos nuevos/viejos escenarios donde la comunidad despliega toda su actividad política. La organización social, en su totalidad, responde hoy a los pequeños armados, representativos de micro universos delimitados por la historia de una zona particular, cuyos límites fueron establecidos por el desarrollo  cotidiano histórico de un barrio, un municipio, o una provincia.  Las necesidades cotidianas se convierten en el horizonte temático de nuevos actores, y de programas políticos que reclaman mejoras como redes de suministro de agua potable, control de las obras edilicias de la actividad privada, o mejor gestión de la obra pública del gobierno de la Ciudad.

Saavedra y más allá la inundación

La Asamblea de Inundados de Saavedra es un ejemplo claro de organización desde el territorio. A partir de los hechos que se dieron el 2 de abril de 2013 –la inundación de vastas zonas del barrio Saavedra-, distintos individuos del barrio lograron nuclear a otros bajo una identidad que no respondía a ningún partido político. Aún más, lograron incorporar la lógica de la militancia, con todos sus rituales, a la lucha por controlar y dirigir los proyectos de obra pública en la zona, que no contemplaban el impacto ambiental de los proyectos de construcción privada, ni las obras pluviales necesarias para evitar futuras inundaciones. Cada sábado de cada semana, los vecinos se reunían –y se reúnen- para planificar las próximas acciones, lo que constituye la elaboración de un programa político en el acto, es decir, un programa que nace en el mismo momento en que se hace política, algo que para la lógica de las organizaciones partidarias sería extraño ya que la línea viene siempre de arriba.

Estos nuevos sujetos colectivos difieren de los anteriores. Antes la política iba desde los partidos, desde las grandes estructuras a nivel nacional, hacía los microcosmos, y si bien asumían la tarea de pelear por el vecino del barrio, su tarea estaba atravesada por la obediencia al partido, y sus soluciones estaban atadas a sus necesidades. En pocas palabras, la consigna era siempre que aquello que se desplegaba como actividad concreta fuera lógico dentro de la racionalidad propia de la fuerza, y sí algo no lo era, la orden era que no se llevara a cabo. Hoy la dinámica de la intervención de los partidos, en una zona determinada, ha cambiado junto con la aparición de actores organizados que no despliegan banderas partidarias –pero que permiten a sus miembros pertenecer a distintas fuerzas políticas. Los partidos velan, en la actualidad y mientras no son gobierno, por escuchar y responder a las demandas de una zona, y participan de las luchas ya dispuestas en los territorios por los actores no partidarios que son fuerzas organizadas alrededor de necesidades no satisfechas que tienen los miembros de la comunidad.

En estos ambientes de organización inmediata, el programa de la política se hace a través de la política de las reuniones asamblearias, y gracias a este proceso que puede darse solo por su producto, al mismo tiempo que se da el proceso, es que el programa adquiere toda la fuerza del análisis en acto y vuele a recargarse y orientarse luego de cada asamblea con las problemáticas cotidianas. Esta gimnasia política les permite corregir rumbos, observar resultados y corregir, si es preciso, la dirección de su praxis, además de someterse a un constante rigor ritual que exige tiempo y compromiso.  Es, básicamente, la fuerza orgánica de un barrio que representa exclusivamente al barrio y a nadie más, y con ese mandato y este rol como sujeto se zambulle en la red de relaciones políticas más estructural que es la sociedad en su conjunto.

 La Asamblea de Saavedra ha logrado, gracias a esta dialéctica entre programa y realidad, una visibilidad frente a otros sujetos –como por ejemplo el Estado Macrista de la Ciudad de Buenos Aires- que les permite sentarse a negociar la planificación del espacio barrial, o al menos funcionar como contra peso de las medidas adoptadas. Han logrado frenar proyectos que no contemplaban el aspecto negativo de desarrollar ciertas obras en el barrio, como lo fue el paso a nivel que la gestión quería construir en Balbín y las vías del Ferrocarril Mitre. Sí bien este reclamo excedía su universo temático de preocupaciones –son, al fin y al cabo, la Asamblea de Inundados de Saavedra- fueron capaces de organizarse junto a los comerciantes de la zona que iban a resultar afectados por la obra durante un año o más, y que no habían sido consultados. Su horizonte se expandió, y su propia experiencia fue socializada a otros elementos dispersos del barrio que comenzaban a juntarse también bajo el proto programa de una serie de reclamos situados.

Está es otra interesante manifestación de las organizaciones que nacen desde abajo, desde el territorio y por los reclamos del territorio, y luego comienzan a proyectar, metafóricamente hablando, hacía arriba. Sus primeros reclamos, que constituyen sus primeros programas políticos, superan sus propios límites mediante la absorción de otros reclamos que ya no corresponden a los primeros miembros de las organizaciones, pero sí a miembros que cohabitan los mismos espacios que estos. La comunidad absorbe a la comunidad, se nutre de ella, y supera los límites de sus programas incipientes, logrando así una representación cada vez mayor del territorio. Socializa la experiencia de sus primeras luchas, sus formas primeras de comunicación de sus proclamas, y junto a los nuevos miembros y sus reclamos, va perfeccionando su inteligencia política y sus medios de comunicación.

Laclau y la Asamblea de Saavedra

 En «La Razón Populista» Laclau nos brinda un ejemplo ficticio para entender el populismo en tanto racionalidad que organiza un campo de lo político desde la acción de los sectores que pertenecen a esa entidad abierta que es el pueblo. Propone una ejemplo concreto de inmigrantes del campo que se asientan en la periferia de una ciudad industrial y que, con el correr del tiempo, comienzan a experimenta una serie de necesidades que logran articular en una serie de demandas. Todo comienza con la necesidad de una sola cosa: agua potable. De allí en más la primera demanda, es decir la necesidad articulada en una exigencia política dirigida hacia y en contra de los gobernantes, va constituyendo su propio campo de sentido. La demanda de agua abre un horizonte de equivalencias con otros posibles reclamos y se constituye así un discurso que reúne en un sistema estás ideas sobre posibles formas de reivindicación y las formas de conseguirlas. Con el tiempo el campo articulado de esta manera va adquiriendo la forma de una dicotomía donde de un lado se agrupan las identidades más o menos parecidas, es decir actores o agentes sociales con demandas similares, y del otro lado los que deben responder por las necesidades del pueblo.  (Laclau, p. 94 y 95) El populismo se constituye así en una forma de armar el espacio político, una racionalidad que dirige la organización popular desde sus niveles más elementales hacia niveles cada vez más complejos de articulación política. Y quizás lo más importante, es que esta racionalidad va construyendo la subjetividad de los grupos organizados en tanto horizonte de sentido del campo político. Solo así, a través de esta subjetividad propia del territorio y sus necesidades articuladas en una serie de reclamos equivalentes, se fundan las identidades de un nosotros en lucha contra un otro que es el poder organizado que tiene injerencia sobre el territorio.

 aaa foto de la Asamblea de Saavedra

Este crecimiento exponencial en espiral, desde lo más simple a lo más complejo, explica el proceso constitutivo y de posterior desarrollo de la Asamblea de Saavedra. La realidad de la inundación del dos de abril de 2013 irrumpe de improvisto en el horizonte de sentido del barrio -por supuesto, para un gran número de afectados, pero no para todos los vecinos de Saavedra-. Quiebra la subjetividad cotidiana y permite visualizar una nueva realidad hasta el momento no contemplada: el sentimiento visceral de estar expuesto a una amenaza real, y a las posibles pérdidas económicas de que una casa se inunde con metro y medio de agua. De aquí en más comienza la cadena de equivalencias. El eje de los reclamos va consolidándose alrededor de la responsabilidad del gobierno de la ciudad – quien culpa al caudal de las lluvias de abril-,  la falta de obras hidráulicas, y la corrupción e inoperancia de la gestión. Este campo de la discursividad que comienza a surgir desde la inundación como hecho ruptural, va organizando a distintos individuos dispersos del barrio, les confiere una práctica política al nuclearse en una asamblea por semana que diseña el plan de lucha y lo ejecuta. La Asamblea de Saavedra comenzó así sus primeros pasos nucleando vecinos, sin dejar de lado las particularidades políticas. Discurso y práctica se funden así en una sola dimensión inseparable, y el impulso de la lucha permitió incorporar nuevas demandas en base a información más profunda del territorio -obras especificas para el barrio, sistemas de prevención durante alertas meteorológicas, control de la obra pública en pos de que no afecte las superficies con capacidad de absorción- y también permitió a la identidad colectiva sumar otros actores también organizados como la Asamblea de Barrio Mitre y los Asociación de Comerciantes de Saavedra contra el Túnel.

Las demandas articuladas y la organización que se las carga al hombro subsisten en base a su propia identidad constituida al calor de la lucha desde el momento cero de la misma. No se convierten en la bandera de ninguna agrupación política, y esta autonomía es su capital político acumulado que actúa como barrera, y algo más: ese mismo capital es el que sostiene la identidad misma de la organización. Su subjetividad natural, propia del campo, los lleva a identificarse con la idea de instrumento político, humano, que expresa las demandas del territorio. Las organizaciones pueden acompañar, participar, y sus respectivos discursos podrán sumarse, pero no definen ni la identidad de los reclamos ni el tipo de táctica política elegida para presionar al poder de turno. Las identidades permanecen, pero agrupadas bajo el programa de la organización barrial que no responde a ninguna línea política, ni ancla en ninguna dicotomía polarizante ajena al campo donde se articuló su lucha. La última marcha de la asamblea, en el mismo día en el que el país afrontaba un paro general de trabajadores, nucleó varias organizaciones partidarias, entre ellas, el PO, Nuevo Encuentro y la JP. Es decir, mientras en el plano de otro campo, más amplio que el del barrio y a nivel nacional, el PO y las demás organizaciones estaban en veredas ideológicas opuestas. Pero en el micro universo de las luchas políticas barriales, los partidos marcharon juntos con sus banderas en alto, es decir, sin ocultar su identidad partidaria. Es precisamente esta articulación de sentido propio de las luchas de la Asamblea de Saavedra, la que permitió a los partidos y sus dependencias en el barrio sumarse sin problema alguno a la suma de demandas generales de la Asamblea. Sí el populismo es un tipo de racionalidad que organiza el campo de las luchas populares, en el se pueden encontrar las más diversas orientaciones partidarias, al menos cuando se pliegan a un tercer actor y lo colocan en el centro de la disputa: ese tercer actor es el pueblo organizado a partir del territorio.

 mmmmfoto de la Asamblea de Saavedra

Sebastian Borreani de Aziz
sborreani@hotmail.com
Twitter: @sborreani

Para Revista Industria Argentina, la revista de Saavedra, Villa Urquiza y Nuñez
http://www.larevistadesaavedra.com.ar/

Edición online Número 56: http://issuu.com/sentido-creativo/docs/baja-nro-56_para_issuu/1?e=0/11829167

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